Días de muertos

El inicio del mes de noviembre siempre ha sido muy significativo en la cultura popular mexicana y creo que para todos los mexicanos tiene un valor muy particular. El olor a incienso, a cempasúchil, las calaveritas, el papel china de diversos colores y figuras, las calaveritas de chocolate, el pan de muerto y otros colores y figuras son siempre algo que recuerdo desde niño y que van asociados a la ofrenda que año con año se ponía en mi casa.

Año con año esa ofrenda significaba mucho para mis padres y no sé hasta qué punto para nosotros. Creo que para mí hasta la adolescencia significaba una especie de respeto y miedo hacia la muerte, hacia lo desconocido. En la medida de que abandoné la creencia en la religión sólo ha tomado el significado de lo que representan las tradiciones y costumbres de la cultura popular mexicana, pues desde la muerte de mi madre siempre pensé que el recordar a alguien muerto es algo que se lleva a diario y que no hace falta una ofrenda para recordarlos y estar con ellos.

Siempre que recuerdo a mis padres no deja de asomarse en mi cierta angustia y la necesidad de hablar con ellos de muchas cosas. Recuerdo que cuando murió mi madre casi no lloré y esa angustia y tristeza la llevé por mucho tiempo hasta que uno o dos años después salió a flote tras la muerte de la madre de un amigo. Esa ocasión lloré como nunca lo había hecho.

Sé que la muerte es inevitable. Nacemos, nos desarrollamos y morimos y nada cambia eso. Es la naturaleza de la materia y energía. Pero el ser humano añora muchas cosas, no creo que principalmente materiales, sino sentimentales y las relaciones con la familia son cosas que siempre nos acompañarán durante toda la vida en cualesquiera de sus formas.

Dentro de esas cosas que añoro es hablar con papá y mamá. No hablar de las cosas que pasaron sino del presente. De las cosas cotidianas que pasan día a día. Creo que el apego a nuestros padres es algo que nunca se pierde aunque haya diferencias en el transcurso de los años.

Hasta ahora a veces sueño con ellos en ocasiones. Una mezcla entre cosas del pasado y presente o como si estuvieran aun vivos. Comenté una vez a un amigo que siempre vivimos de los recuerdos y con los recuerdos, no sólo del presente ni de las aspiraciones del futuro.

Ahora mismo que han pasado estos días de muertos y con la imposibilidad económica de ir a visitar sus tumbas y pensar en ellos en el lugar que yacen sus cuerpos pienso recurrentemente en cosas que me hubiera gustado compartir, principalmente en que vieran creciendo a Diego. Papá lo conoció y fue su último nieto. Aún le pudo abrazar y cantar como a sus hijos y demás nietos. Mamá ya no. Por eso a veces pienso qué haría ella si lo hubiera conocido.

Días de muertos es para mí pues, una ocasión más para pensar en ellos principalmente, más allá de tradiciones, de altares, ofrendas y otras cosas que tienen su significado arraigado dentro de nuestras costumbres. Creo que el significado principal para mi es tener presente que aunque ya no estén físicamente con nosotros, siempre los tenemos presentes en toda cosa que hacemos.

4 de noviembre de 2008